Revista de Investigación Científica y Tecnológica Alpha Centauri Vol. 4 Núm. 3 (2023)
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Revista de Investigación Científica y Tecnológica Alpha Centauri
INTRODUCCIÓN
La pandemia de COVID-19 y la consecuente
declaración del Estado de Emergencia Nacional
(EEN) que implementó la inmovilización social
obligatoria, restringió la movilidad de la población y
limitó las actividades económicas hacia aquellas
consideradas “esenciales”, tuvo como consecuencia la
reducción de la producción y la adquisición de bienes
y servicios, especialmente por vías tradicionales como
fábricas, centros comerciales o mercados físicos;
dadas las restricciones del gobierno peruano (D.S. N°
044-2020-PCM). Esto cambió la dinámica
empresarial, las empresas tuvieron que adaptarse al
uso de canales digitales que no utilizaban o utilizaban
marginalmente. Por otro lado, los consumidores,
modificaron sus hábitos de compra con un uso más
intensivo de plataformas virtuales para concretar
compras y realizar transacciones, así como el
incremento en el uso de tarjetas de crédito o de débito
(Das & Zhang, 2021).
De acuerdo a la Encuesta de Opinión del Impacto del
COVID-19, aplicado a empresas de Lima y Callao,
durante el primer año del EEN, solo el 22.7% se
encontraba plenamente operativa, en tanto que el
24.5% de empresas dejó de operar. De las empresas
que aún estaban con algún nivel de operación, el
67.4% disminuyeron sus ventas y un 11.7% no
tuvieron ventas (INEI, 2020). Este contexto fue
desfavorable especialmente para la micro y pequeña
empresa (MYPE) que, según cifras del Ministerio de
la Producción, representa el 99.5% del total de
empresas del país y concentra el 57.2% de la población
económicamente activa (PEA) ocupada (PRODUCE,
2020b).
Es así que, muchas empresas tuvieron que adecuar su
modelo de negocio y adoptar canales de venta digitales
para seguir operando (Dini et al., 2021). Este proceso
podría convertirse en una oportunidad para las
empresas, especialmente para aquellas que estaban
familiarizadas con el uso de plataformas digitales
como redes sociales, ya que su aplicación facilita la
adquisición de conocimiento, competitividad
organizacional y trayectoria empresarial (Lee, et al.,
2022).
En particular, en el caso del comercio electrónico o e-
commerce, se identifica que vender online genera
cambios en la operatividad de las empresas, siendo un
vector de innovación en modelos de negocios (Dini et
al., 2021).
La utilización de herramientas digitales previo a la
pandemia aún era escasa entre las micro y pequeñas
empresas (MYPE). En el caso de las compras por
internet, de acuerdo con la Encuesta Nacional de
Empresas (ENE) del 2019 (INEI, 2020).
Las MYPE en el contexto del COVID-19
Si bien las MYPE representan el 99.5% del total de
empresas formales del país, su productividad era muy
baja en comparación con empresas medianas y
grandes. Así la productividad de las microempresas
representa solo el 5.2% de las grandes empresas, este
monto se incrementaba a 18,4% en el caso de las
pequeñas empresas (PRODUCE, 2021). Entre los
factores que inciden en esta brecha se encuentran la
incapacidad de aprovechar economías de escala,
dificultades para acceso a crédito, mano de obra
especializada e informalidad (OMC, 2016). Esto se ve
reflejado en la alta mortalidad de este tipo de
empresas, que ocurre “principalmente en los primeros
años de creación, y que viene asociada a factores
económicos, regulatorios e institucionales”
(PRODUCE, 2020b, pág. 10). Por ello, este tipo de
empresas son las más vulnerables ante shocks
negativos no previstos como lo fue la pandemia de
COVID-19.
Por otra parte, existe consenso en cuanto a su potencial
para generar empleo, trabajo y movilidad social, tal
como concentrar el 57.2% de la población
económicamente activa (PEA) ocupada (PRODUCE,
2020). Ante esto, existen dos visiones bien
diferenciadas, aunque en ocasiones complementarias,
acerca de la existencia de las microempresas, por un
lado, se las ve como un instrumento de supervivencia
ante la falta de oportunidades de empleo formal y por
otra como un mecanismo de empoderamiento
económico y social (Ramírez y Campos, 2020).
En el contexto de emergencia por la pandemia de
COVID-19 se adoptaron medidas que ocasionaron la
restricción de ciertos canales tradicionales de
comercio, especialmente referidos a lugares físicos
como mercados y centros comerciales obligando,
tanto a ofertantes como demandantes de bienes y
servicios a un proceso de adaptación. De este modo,
las medidas restrictivas producto del COVID-19
resulto en quiebra de negocios, reducción de ingresos
y dificultades financieras, entre otros, siendo mayor el
impacto en las micro y pequeñas empresas. Si bien
todos los sectores recibieron el impacto de la
pandemia, existen aquellos donde fue más intenso
como el de hotelería y turismo, comercio, industrias
culturales tradicionales, transportes, entre los
principales. Por otro lado, los sectores con impacto
moderado fueron agricultura, ganadería y pesca,
producción de alimentos para el mercado interno,
medicamentos, insumos y equipamiento médico y
telecomunicaciones (CEPAL, 2020; MTPE, 2021).
A ello, se debe añadir una contracción por el lado de
la demanda. Jaramillo y Ñopo (2020) señalan que la
situación laboral de las familias peruanas en el periodo
previo a la pandemia, se caracteriza por la
informalidad del empleo, así como su inestabilidad, al